miércoles, 31 de marzo de 2010

Retratos

Se sentaba a fotografiar cómo los pasos cliqueaban el suelo.

Escogía un banco cualquiera de una calle cualquiera y preparaba la cámara. Enfocaba enfrente, a la acera, y apretaba el disparador cuando alguien se cruzaba. Sólo retrataba la parte inferior de las piernas de los peatones. Día tras día. Recogía esos pasos perdidos que luego albuneaba.

Muchos volvían, otros corrían, algunos vagueaban...

Nunca miraba más arriba de la rodilla.

Un día unos pasos se pararon enfrente. Esos zapatos apuntanban directamente a la cámara. Buena foto, pensó. Y rompiendo sus nomas levantó la mirada. Vió una cámara que le hacía una foto.

Una foto que iría a un albun de fotos de gente sentada en los bancos de una calle cualquera de una ciudad cualquiera...

viernes, 26 de marzo de 2010

Infierno

Cuando apagué el cigarrillo me dí cuenta. Yo no fumaba. Y ese cenicero estaba lleno. Hace más de siente años que no fumaba. Me dí cuenta de todo al apagar ese cigarrillo.
Arriba estaban bailando y me acerqué. -Hola- nada, no hablaban, sólo bailaban. Ah! no me preguntes la música que sonaba porque no me acuerdo, es más creo que no sonaba ninguna música, pero ellos bailaban.
Salí fuera. Hacía frío. Pero si era verano! ¿Cómo va a hacer este frío?. Caminé rápido por la acera.
En el escaparate había ropa. Ropa de deporte, camisetas y demás. Y entonces algo se reflejó en el cristal de ese escaparate. Y me giré, me dí la vuelta. Ahora quería fumar, pero no tenía tabaco, es más no tenía ropa, estaba desnudo. Enfrente de mí, al otro lado de la calle un coche humeaba parado y abollado. Y allí, en medio de un rojo intenso estaba yo. Con la cabeza chafada.

martes, 16 de marzo de 2010

Muerte de Mishima

Cuando Mishima volvió a la habitación lo hizo con gesto serio, contrariado.
Afuera le abucheaban.
- No han entendido nada, dijo.
Lo siguiente transcurrió deprisa, muy deprisa.
El primer ministro estaba atado en una silla. Y lo vió todo.
Vió como Mishima se desabrochó la chaqueta militar. Cómo se puso de rodillas. Cómo miró a su alumno elegido como pidiendole que no fallara. También vió horrorizado como Mishima se clavaba la daga diez cm a la izquierda del ombligo. Y vió como Mishima empujaba con firmeza y fuerza la daga longitudinalmente. Y vió cómo las tripas caían delante de él. Y vió como su cuerpo se inclinó hacia delante. Y cómo el alumno elegido blandió la espada en alto y descargó un brutal golpe. Pero falló, sólo le dio en el hombro produciéndole un corte terrible. Fue entonces cuando el primer ministro vió como otro alumno tomó la espada y de un golpe certero esta vez sí cortó la cabeza del agonizante Mishima.
Imagináos qué pasaría por la cabeza del pobre hombre atado a la silla.
Lo desataron y no paró de gritar que aquello era una locura, que todos estaban locos...
¿Y Mishima, estaba loco?
Claro que no. Pero se equivocó. El mejor escritor japones de la historia moderna (Oé y Kawabata están lejos de la maestria de Mishima) se equivocó. No fue un acto heroíco, de honor. No, fue una rabieta, un querer demostrar algo que no había lugar. En muchas de sus novelas preveía este final, pero no así. No de una manera tan poco noble.
Pero lo hizo. Practicó el ancestral rito del sepuku. Como sus antepasados.
De estos acontecimientos han pasado muchos años. Y uno al volver a leer algo de Yukio Mishima no puede sino torcer el gesto al pensar que el Maestro se equivocó.

No dejéis de leer la entrada en la wikipedia.
Y si algún día cae en vuestras manos el ensayo de Vallejo Nájera no lo dudéis: leedlo!!

lunes, 15 de marzo de 2010

La pelota

La pelota golpeó el suelo y subió. En un instante pareció flotar, pero volvió a bajar. Ésta vez volvió a subir, pero con menos fuerza y volvió a flotar y volvió a bajar. Al cabo de unos cuantos botes más, la pelota ya no subió. Ni flotó. Ni bajó.
-Bah! Sólo es una pelota!
Tú que sabras! No tienes alma. Si sólo saber ver una pelota es que no estás ni mediovivo.
Es tu problema.
Allá tú.