Malintencionadamente. Así actúa el beig. Sin una máquina, sin un rodillo, sin un objetivo sano. Con mala intención. A posta, con alevosía. O al menos eso me dijo Pedro ayer mientras compartíamos una cuchara. Y es que Pedro odiaba el beig y le tenía mucho recelo. Siempre que podía arrojaba fuego en sus palabras contra el beig. A mí, la verdad es que no me importaba mucho. Es más, me daba lo mismo.
El beig no actúa con nobleza, no, es un perfecto hijo de puta. Las palabras de Pedro tratan de entrar en mi mente, pero yo no les dejo entrar porque no me aportan nada, ya que, como dije antes, el beig me daba lo mismo.
Y precisamente, por no tener en cuenta y casi menospreciar el beig, éste en un acto malintencionado me atacó. Sin aviso, con alevosía. Y sin saberlo, morí.
Pedro sólo acertó a decir: ya lo decía yo, ya lo decía yo, ya lo decía yo....
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